ÉL.
Ese día se presentaba como cualquier otro, era tarde, ya oia a su madre gritarle desde la cocina para que se levantara, pero no le apetecía en absoluto.Finalmente se levantó, fue al baño como cada mañana y volvio a por el movil, a ver si de verdad tan tarde era y si su madre tenía derecho a gritarle tal y como estaba haciendolo.
-Coño, si solo son las 12 no se a que vienen esos gritos.
Pero luego se dió cuenta de algo más importante era 15, ese día llegaba ella. Eso le dió nuevas energías y hasta le dió a su madre un beso cuando fue a la cocina, cosa que no hacía desde hace años, pero ese día le apetecía.Tenía ganas de verla, aunque también miedo, no era miedo exactamente, era incertudumbre, no sabía si ella habría cambiado, quizas se había vuelto una estupida adolescente como todas, hasta que no la viera no lo sabría. Paso el día mas rápido de lo que pensaba y entonces vio pasar aquel coche azul, que sin duda era el suyo. Se puso decente rápidamente y salió a buscarla. Mientras cerraba la puerta para que no se saliera el perro vio a una chica que se acercaba a él, era una chica rubia, de estatura media, y con una camiseta que parecia que se le había olvidado ponerse los pantalones.
-No puede ser ella, al menos yo no la recordaba así-pensó.
Se acercó a darle dos besos y él finjió conocerla aunque no tenía ni idea de quien podía ser si no era ella, y en el momento en el que se estaba terminando de convercer que finalmente era aquella chica con la que tantos veranos había compartido, algo pasó, escuchó cerrarse el maletero de un coche, se giró y allí la vió, con dos maletas en cada brazo y sin dar signos de que le pesaran, esa sí era ella, no le quedaba ninguna duda. Allí estaba, con unos pantalones cortos vaqueros rotos, con el pelo en una coleta y con los cascos puestos. Decidió dejarla subir a dejar las maletas y a instalarse. Iría a llamarla más tarde.
Ella.
-Joder, por fin hemos llegado. Que largo se me ha hecho el viaje, pero por fin estamos aquí, este olor es inconfundible, es Gandía.
Bajó del coche, dando gracias por poder estirar las piernas. Otra vez estaba allí, como cada año, y no había cosa que la hiciera más felíz. Ayudó a sus padres a bajar las maletas y a llevarlas al apartamento. Cada uno cojió su maleta y se fue a instalarse. Ella tiró la bolsa encima de la cama, en la que tantas veces había dormido, soñando con que llegara un día especial, que aunque ella no lo sabía aun, estaba muy proximo, y se fue a abrir el balcón, el cual le permitia ver el mar desde la cama. Siempre había adorado aquel balcón, y antes de empezar a deshacer la maleta, saco una pequeña butaca a su terraza y apollandose en la barandilla cerró los ojos, y se inundó de aquel olor que en tantos momentos le había acompañado. Colocando la ropa en el armario descubrió unos papeles escondidos, seguramente por ella muchos años atrás. Terminó de colocar todo y se tumbó en la cama a leer los papeles. Eran cartas, antiguas cartas de amigos, con fotos antiguas, con flores plastificadas recordando alguna excursión, y también había cartas de amor...declaraciones de amor infantiles, llenas de sentimiento... se descubrió a si misma riéndose al leerlas. Entonces fue cuando se acordó de él. Preguntándose si aun seguiría allí, si habría cambiado. Tenía 21 años ya, jamás se le había olvidado su cumpleaños, pero seguro que el ya se había olvidado de ella...aun así se llenó de fuerzas y decidió bajar a buscarle, total no tenía nada que perder y sin embargo si tenía mucho que ganar en el caso de que todo saliera bien. Bajó en el ascensor, y sintió algo que hacía mucho tiempo que no sentía, una extraña sensación en el estomago, una que no se quería permitir sentir, pero esa vez era distinto todo, no sabía porque, pero lo era, y por primera vez desde hacía mucho tiempo le volvió a salir esa estúpida sonrisa que en tantas ocasiones había acabado en lágrimas.